Maestro Fundador: Maestro Renshan

Me hice monje tras tomar conciencia que la vida y la muerte muestran la naturaleza de la impermanencia que rige el mundo. Tras estudiar las escrituras budistas, nació en mí el deseo de difundir el Dharma. Deseaba que todas las personas en el mundo pudieran oír la voz de la sabiduría budista.

Que todos los seres de los tres mil reinos
puedan renacer en lotos de la Tierra Pura.

Desde el fondo de mi corazón, espero utilizar la sabiduría del Budismo de la Tierra Pura para ayudar a que todos los seres lleven una vida feliz y plena.

— Maestro Renshan

Maestro Renshan nació en 1980 en Shangshui, provincia de Henan, en el seno de una familia budista. A los 12 años empezó a leer las escrituras y libros budistas, y encontró en ellos la esperanza de responder a las preguntas fundamentales de la vida. Inspirado por la historia de Siddharta Gautama, tomó el voto interior de hacerse monje. A los 15 años, bajo el acompañamiento de sus padres, fue ordenado monje por el anciano Citing en el Templo Zen Wujin Rulai de Jiangsu y recibió los preceptos completos bajo la dirección del anciano Benghuan en el templo Bishan de la montaña Wutai en 2001. Ese mismo año viajó a Singapur para estudiar las escrituras y las enseñanzas budistas. El Maestro Renshan hizo los votos para predicar las enseñanzas budistas el resto de su vida, y lo ha estado haciendo sin interrupción desde los inicios de su vida monástica.

Ha dado charlas y conferencias en Singapur, Malasia, Indonesia, Tailandia, Australia, India, Sri Lanka, España, Italia, Portugal y Taiwán.

El 1 de diciembre de 2019, el Maestro Renshan fundó la Comunidad Budista Hai Hui Shan en España y actualmente es el presidente.

AUTOBIOGRAFÍA DEL MAESTRO RENSHAN

Según mi padre, mi familia ha sido creyente budista durante muchas generaciones. Aun así, tras la muerte de mi abuela, mi padre perdió la fe. Al ver que sufría tanto en su lecho de muerte, aun haber practicado y recitado diligentemente el nombre de Buda (incluso durante la ardua época de la Revolución Cultural), le resultó difícil seguir creyendo. Lo que no sabía era que el sufrimiento puede deberse a la retribución kármica de vidas anteriores. Pero ante lo que comprendía en ese momento, junto con la actitud crítica con el budismo de muchos vecinos, mi padre decidió que abandonaríamos la práctica del budismo en la familia.

Justamente en el año que murió mi abuela, yo llegué al mundo. En mi familia ya habían llegado mi hermano y mis dos hermanas. Eran los primeros tiempos de la reforma y la apertura de China, y mi padre hacía negocios en muchas partes, por lo que de niño ya viajé a muchos lugares con él y mi madre. A los seis años regresé a mi ciudad natal para estudiar. Poco después de empezar la escuela, un día mientras jugaba en el campo con mis compañeros, me encontré con un cortejo fúnebre que soplaba una trompeta y golpeaba tambores. Eso despertó mi curiosidad y fui preguntando qué ocurría. La respuesta que obtuve fue: alguien ha muerto. Cuando llegué a casa le pregunté a mi madre: “¿Qué pasa con la gente que se muere? ¿Por qué se mueren? ¿Adónde van después de morir? ¿Es posible no morir?” Ante esta serie de preguntas, mi madre se limitó a decirme: “Todo el mundo muere, es normal morir.” Quizás mi madre pensaba que ninguna explicación podría hacer que un niño comprendiera los problemas asociados a la muerte. Sin embargo, estas preguntas no me dejaban de rondar por la cabeza. “¿Cómo puedo entender o incluso resolver el problema de la muerte?” me preguntaba.

A los doce años, cuando estaba en la escuela secundaria, mi padre, que había pasado grandes tempestades, se sintió atraído de nuevo por el budismo. Recuerdo que una vez, al volver del colegio, vi en el patio una gran pila de sutras y una estatua de Buda. Al verlos, me alegré. Resultaban ser los obsequios que había traído tras convertirse al budismo en el Templo del Caballo Blanco de Luoyang. Los giros del destino son siempre maravillosos; yo sentía en ese momento como si una gran fuerza me guiara. Mi padre dijo que su regreso al budismo, y su nueva comprensión del mismo, estaban directamente relacionados con la muerte de la abuela, que lo guiaba. En un mundo de infinitas manifestaciones kármicas nada es fruto de la casualidad, ni siquiera el estudio del budismo. Observé durante largo rato el retrato de los Tres Santos del Oeste (Buda Amitabha, acompañado del Bodhisattva Avalokiteśvara y el Bodhisattva Mahāsthāmaprāpta), y tuve una sensación de haberlos conocido ya antes. Las escrituras que hojeé eran textos introductorios al Budismo, textos sobre la Tierra Pura, historias de Buda, etc. Durante mucho tiempo, aparte de las tareas escolares, pasaba las tardes leyendo y estudiándolos, y poco a poco me pareció comprender mejor en qué consistían el nacimiento y la muerte. En particular, me inspiró la historia del viaje de Buda Siddhartha frente a las cuatro puertas, cuando era príncipe, y tuve la vaga sensación de que ésa era la verdadera lección que necesitaba aprender: liberarme del ciclo de la vida y la muerte.

Mi padre pareció leer mi mente, me preguntó si quería hacerme monje y alabó con gran entusiasmo las grandes virtudes que comportaba. Al mismo tiempo, me dijo que si me hacía monje él me ayudaría a serlo y luego se convertiría también; y si decidía no dar el paso, él se encargaría de educarme y luego se haría monje. A menudo se levantaba a las dos o las tres de la madrugada para hacer las lecturas y recitaciones matinales, así que parecía que su corazón ya había tomado la decisión de hacerse monje.

Veía que mis compañeros crecían mientras jugaban y estudiaban, después trabajarían y formarían una familia, siguiendo lo que mucha gente cree que es la trayectoria de la vida, desde el nacimiento hasta la muerte, indiferentemente. No podía predecir lo que me deparaba el futuro, pero probablemente no me veía muy lejos de eso si seguía los mismos pasos. ¿Así va a ser mi vida?, me preguntaba. Decidí que no. Fue una decisión consciente, tomada después de pensarlo mucho. El príncipe Siddhartha, que renunció a la envidia del mundo y a la búsqueda de gloria y riqueza, decidió seguir el camino de la autorrealización para encontrar el verdadero sentido de la vida y la felicidad eterna, y eso es lo que haría un hombre sabio y valiente. Yo no soy un príncipe, ni he envidiado nunca la riqueza y la gloria, así que ¿a qué aferrarse? Hay que admirar a los virtuosos y aprender de Buda. A la edad de quince años, después de la escuela secundaria, emprendí el camino para convertirme en monje acompañado por mis padres.

El Maestro Neng Xian, entonces vicepresidente y secretario general de la Asociación Budista de la provincia de Henan, nos esperaba. Resultó que mi padre, a menudo voluntario en la Asociación, ya le había dicho al Maestro que yo pretendía hacerme monje. Cuando el Maestro se enteró de que un joven quería convertirse, se sintió especialmente complacido y me dio muchas facilidades, diciendo que se encargaría de presentarme en cualquier templo al que quisiera ir mientras me hiciera en monje.

Con la recomendación del Maestro y la guía de Buda, el karma recayó finalmente en el anciano monje Citing, quien me ordenó; él era entonces el presidente de la Asociación Budista Shangqiu, en la provincia de Henan. El propio Maestro me envió ante el anciano monje y le dijo que sería ordenado formalmente tras un periodo de prueba. Los dos maestros me dieron el nombre monástico de “Renshan” (“montaña compasiva”), ya que el Maestro Neng Xian quería que el resurgimiento del budismo fuera como una montaña llena de gente; mientras que el Maestro Citing quería que yo tuviera un corazón bondadoso y la virtud de una firme montaña.

Mi padre se alegró de verme “volviendo a casa” y mi madre, aunque un poco reacia, pudo soportar el sufrimiento de la separación. Me avergüenza decir que nunca he podido recompensar a mis padres por su bondad al educarme y convertirme en monje, y por su amabilidad al guiarme. Poco después de enviarme a la Asociación, mi padre también se hizo monje. Unos años más tarde, mi madre también decidió hacerse monja.

En los años transcurridos desde que me hice monje, mi maestro me ha alentado constantemente mediante la formación práctica. Además de cumplir con mis deberes en el monasterio y practicar las bendiciones, también pasaba mucho tiempo memorizando los clásicos. Cuando me ordené monje por primera vez pensé que era prioritario recitar las enseñanzas de Buda para acabar con la vida y la muerte, y siempre me escondía y las recitaba para resolver lo más rápido posible este problema que me había preocupado durante tantos años. Más tarde, tras escuchar las enseñanzas de los sutra, este concepto fue cobrando poco a poco un nuevo matiz. Del afán inicial por renacer, desarrollé gradualmente el deseo de enseñar el Dharma y las escrituras, y si existe una causa, me gustaría dedicar mi vida a la causa de promover la sabiduría budista y beneficiar a los seres sintientes. Después me fui a Singapur a estudiar las escrituras.

No me atrevo a afirmar que sea una persona iluminada, pero espero sinceramente que más personas escuchen el Dharma y lo utilicen para aliviar sus preocupaciones, de modo que su vida sea más feliz y el mundo un lugar mejor. Al comienzo de mis estudios, me propuse enseñar los sutras para toda la vida. Desde entonces he estado estudiando y dando charlas por todo el mundo, presentando la sabiduría budista a los demás mientras sigo aprendiendo.

Este es un modelo tanto de autoaprendizaje como de beneficio para los demás. En el transcurso de mis conferencias, pienso constantemente en la necesidad que tienen estos tiempos de budismo, en cómo la vida llama a este tipo de sabiduría, y en la forma en que el budismo debe presentarse al público para lograr su comprensión. Creo que la promoción del budismo en nuestro tiempo debería centrarse más en el nivel de la vida concreta, para que más personas puedan darse cuenta de que el budismo es inseparable de sus propias vidas, que el budismo es el Dharma de la vida, el Dharma de la sabiduría, el Dharma de la felicidad, el Dharma de la liberación, el Dharma que todo el mundo debería aprender y puede practicar. ¡El budismo es una educación verdaderamente completa y humana con el objetivo de la iluminación y la meta de liberarse del sufrimiento!